El proceso formativo de un músico de excelencia, así como el ejercicio de su profesión, demandan una férrea y constante disciplina, dadas las singulares dificultades que se presentan en el oficio de la música. Tocar un instrumento musical es como practicar un deporte de alto rendimiento, ya que exige la formación de reflejos condicionados y el desarrollo de motricidad fina y tono muscular en dedos, manos, pies o voz. Por otro lado, basada en la física y las matemáticas del sonido, la teoría musical tiene un grado de complejidad comparable al de muchas disciplinas científicas. Y desde luego, la música es ante todo un arte, que requiere expresar sus emociones mediante el sonido. Por lo tanto, alcanzar la excelencia musical es un desafío formidable, que implica convertirse en deportista, científico y artista simultáneamente.